domingo, 12 de octubre de 2014

Cacho en los 8 años de la nueva revista Fierro en Argentina

“Buscamos probarnos profesionalmente”
Así define Cacho Mandrafina el trabajo realizado junto a Carlos Trillo y que engalana una edición que viene a festejar ocho años de vida de la Fierro: una historia ambientada en la Segunda Guerra, con una estructura narrativa diferente de lo habitual en el dúo.






La nueva etapa de Fierro ya está a pasitos de igualar la primera serie, de 1984 a 1992.
¿Quién hubiera dicho, hace ocho años, que Fierro iba a durar tanto? Ocho años, ya, de la aventura historietística capitaneada por Juan Sasturain y Lautaro Ortiz. La edición que acompañará a Página/12 mañana en los kioscos es la #96 y está a pasitos nomás de los emblemáticos 100 números que acumuló la primera etapa de la revista, entre 1984 y 1992. Como cada octubre, la revista se reacomoda para ofrecer a sus lectores una propuesta puntual, fuera de su devenir habitual. Este año la muchachada fierrera le hace espacio al segundo volumen de El tiempo del mal. Es decir que, además de las tres series que continúan este mes (El vástago, de Iñaki Echeverría, Gabriela Cabezón Cámara y Selva Almada; Lo blanco del ojo, de Fernando Calvi, y la sección de crítica Cadáver exquisito, coordinada por Laura Vazquez Hutnik), la revista trae un libro dentro.
Un libro que supone muchos guiños. El primer guiño es a los incondicionales de la publicación, que ya disfrutaron el primer volumen de la saga de Carlos Trillo, el italiano Dal Prá y Domingo “Cacho” Mandrafina en el aniversario que la revista festejó en 2011. El segundo, a los devotos de la obra del guionista argentino y admiradores de su versatilidad para adaptar sus temas y relatos a distintos mercados. El tercero, no menor, es el lujo que supone tener a Mandrafina dando vueltas por las páginas de una publicación argentina.
En El tiempo del mal, que la editorial francesa Delcourt publicó como La guerra de los magos, se narra una pelea entre el Bien y el Mal (así, en mayúsculas), en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. El primer arco del relato transcurría en Berlín, donde dos ex agentes de Scotland Yard volvían, ya peinando más canas de las convenientes, a enfrentar a los teúrgos del Tercer Reich. El álbum-dentro-de-la-revista que sale mañana, en tanto, transcurre en Londres. Y en el tercero, aún sin realizar, los personajes van por la ciudad esquivando los bombardeos del Eje. Ese tercer tomo en preparación, según anticipa el propio Mandrafina a Página/12, tiene el guión por entero a cargo del italiano Dal Prá.
Desde lo artístico, uno de los aspectos más interesantes de El tiempo del mal consiste en el esfuerzo consciente que hicieron tanto Trillo como el dibujante para correrse de sus zonas de confort y explorar territorios narrativos que hasta entonces habían practicado poco. “Lo hicimos para probarnos profesional y técnicamente, aunque yo tardé mucho en adaptarme”, confiesa al teléfono Cacho. De las historias cortas, de ocho páginas, a las que se había acostumbrado a trabajar junto a Carlos y otros guionistas, Mandrafina debió proyectar obras de más de 50 páginas y con un ritmo narrativo muy diferente. “Hay muchas escenas porque el relato tiene mucho movimiento, pero cada una se despliega con morosidad, al menos para el ritmo que yo estoy acostumbrado”, considera. Trabajar para uno de los grandes sellos francobelgas supone cumplir ciertas condiciones estéticas y narrativas. Por ejemplo, la costumbre de las secuencias extensas, las viñetas súper detalladas y enfocadas en planos más amplios. “No es una historieta típica de las que hacíamos con Carlos, no sólo porque interviene Dal Prá, sino porque nos planteamos hacer un libro para Francia dentro de sus cánones.”
La historia se sostiene por una serie de hilos apenas visibles que unen a los personajes. Ambos agentes tienen un pasado con una mujer, una médium, que los hizo terminar en la baja del servicio activo de Su Majestad. La figura de esa mujer sobrevuela el relato sin terminar de impactar jamás, en un recurso que el dibujante describe como “un armazón imperceptible que queda en segundo plano”.
“Creo que Dal Prá es el que manejaba mejor la estructura de un relato como éste”, reflexiona Mandrafina sobre los orígenes de la trilogía, que el guionista italiano y su colega argentino pergeñaron entre 2005 y 2006 durante un período al borde del Mediterráneo. “Entre los dos sacaron el trabajo adelante: lo desarrollaba Dal Prá, Carlos lo traducía incluso con nuestra manera de hablar y yo lo dibujaba y lo pasaba a castellano neutro, porque me sentía muy raro al pensar en dos ingleses que se decían ‘che, boludo, agarrá tal cosa...’ mientras luchaban contra magos alemanes.” Eso para el primer tomo. Para el que sale mañana, el dibujante señala que prefirió respetar esos modismos y giros de Trillo. “Aunque sin excesivos localismos, para evitar que se vuelva paródica”, aclara.
“El trabajo con Dal Prá es perfecto, no nos conocemos personalmente, pero la relación es muy fluida”, revela Mandrafina. Desde luego, concede, ni el mail ni los eventuales llamados telefónicos alcanzarán jamás para suplir la amistad que lo unía con Trillo. “Pero sí conozco su amistad con él y también coincidimos en muchas cosas, tenemos modos parecidos de ver la historieta”, cierra.